Varsovia es ciudad horizontal donde el cielo y el suelo se confunden muy pronto. Los edificios de cemento se repiten aburridos a ambos lados de la avenida; son construcciones que querían ser sociales y se quedaron en tristes en su geometría sin adornos. Hay tanto vacío entre fincas que parece que la realidad este aún por terminar. Si de repente sopla el viento, la vida se vuelve hostil y los tranvías amarillos que recorren el centro de la avenida se llenan de resignación fría y caras enrojecidas. Varsovia se viste con ropa modesta y caras de cansancio pero se nota en los jóvenes que hace tiempo que Zara llegó al centro comercial.

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