Hay un cuento de Cortazar en el que un atasco impresionante bloquea todos los accesos a París, los coches parados sin poder moverse provocarán que se desarrolle una nueva vida, con nuevos vecinos, como nuevos roles y nuevas afinidades. En el intercambio, los estudiantes polacos y españoles crearon una comunidad donde fueron cristalizando nuevas relaciones sociales y afectivas. Dos semanas de convivencia y muchas horas de contactos en las redes sociales son toda una vida. Al poco de comenzar la vida juntos ya se comportaban como un sólo grupo sin importar las barreras idiomáticas y culturales. Cuando el jueves a las siete y cuarto de la mañana arrancó el autobús que ponía punto y final a la experiencia todos comprendieron de repente, como los conductores y viajeros de París al ver las carreteras desbloqueadas por fin, que volver a la normalidad significaba perder aquella nueva vida que se había hecho cotidiana. Algún corazón adolescente aún lo está lamentando.
Dicen que hay sentimientos, errores y visiones distorsionadas que se corrigen viajando pero no lo tengo tan claro; mientras algunos alumnos y alumnas la experiencia se les había hecho corta y pedían algún día más, otros sólo querían volver para comer la comida de la mamá. Algunos viajan para descubrir nuevos mundos y otros para reafirmar lo que ya pensaban de antemano. A nosotros conocer y trabajar con Liliana y Agnieszka nos sirvió para comprobar cuantas cosas en común compartimos los profesores de la galaxia y para disfrutar y aprender con su entrega, generosidad, compromiso y buen humor. Desde la torre del Palacio de la Cultura y la Ciencia vimos Varsovia a nuestros píes y nuestros paseos, actividades y conversaciones con ellas nos permitieron asomarnos a otras mundos y a otras vidas ¿Se acuerda Don Juan qué vértigo tenía servidor en lo alto de la torre y qué pequeño se veía todo? Si van alguna vez por Varsovia dense una vuelta por la Universidad de de la Ciudad Vieja. Tengo que ver sin falta El Pianista de Romand Polanski, es lo menos que puedo hacer.