José y María pidieron posada pero estaba todo lleno en Belén por culpa del censo y fueron rechazados. Sufrieron el rechazo.
Pero ellos no se frustran, ni protestan, ni critican. No reaccionan como muchos de nosotros cuando no nos dan nuestro lugar, ese lugar muchas veces nos imaginamos y exigimos. En la mayoría de ocasiones, nos sentimos tristes y nos decepcionamos cuando nos desprecian, o no nos toman en cuenta, o no valoran nuestras condiciones y obras, o cuando creemos que se aprovechan de nuestro esfuerzo, que son formas distintas de no darnos el lugar que nos corresponde. Tampoco se lo dieron a José, ni a María, ni a Jesús, pero ellos se alejan en busca de una solución.
A esos peregrinos no les acompaña ni el disgusto, ni el resentimiento, ni el malestar. Serenos, conocen su propia condición, no les extraña; pues así lo quiere Dios. Lo sienten, sí, por el Niño que va a nacer, no por ellos. Por ello dejan atrás la tristeza y buscan soluciones y en este caso encontraron alivio y consuelo en un establo, cerca de los animales.
Allí María supo convertir una cueva de animales en un hogar donde pudiera nacer dignamente Jesús.
José y María nos enseñaron a no decaer, aunque estemos tristes y a continuar y seguir adelante por nuestro bien y por el de las personas que queremos.
Por ello, debemos tomar ejemplo de ellos y buscar soluciones ante los problemas, ya que todo tiene solución con nuestra fuerza y el amor de Dios.
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